Usamos perfume para sentirnos mejor. Más atractivos. Con más confianza. Los perfumes nos evocan a las personas que queremos. Nos permiten rememorar sensaciones y recuerdos.
Desde los sumerios, hasta nuestros días el ser humano ha mezclado ungüentos y sustancias para mejorar su olor y aspecto personal. En los antiguos rituales romanos, los sacerdotes del templo echaban al fuego flores aplastadas, hojas, madera, especias y resinas aromáticas para obtener el favor de los dioses. El aroma se desprendía a través del humo (per fumum). Estás prácticas son el origen de la palabra perfume.
Estudios psicológicos recientes demuestran que las personas que usamos perfume frecuentemente tenemos una actitud social más abierta y tenemos más facilidad para las relaciones sociales que los que no usan perfume o lo hacen sólo ocasionalmente.
El perfume huele diferente en la piel que en el frasco. Tu piel es el ingrediente final. La temperatura de la piel, el pH, su aroma e hidratación natural. Todos estos son factores que determinan el olor de un perfume.
Los perfumes se componen de cabeza, cuerpo y base.
Las notas de cabeza o salida son las que primero se perciben, justo cuando el perfume entra en contacto con la piel. Son la porción más volátil de una fragancia y su duración es breve. Constituyen la primera impresión que se tiene del perfume.
Las notas de cuerpo o corazón definen el carácter de la fragancia, son de volatilidad media y constituyen el tema principal del perfume.
Las notas de fondo o base son las más persistentes y las que más tardan en evaporarse, quedarán en la piel una vez que las notas de cabeza y cuerpo hayan desaparecido.
Disfruta del perfume acorde a tu piel y déjate llevar por nuevos aromas.